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martes, 12 de julio de 2011

Tras las huellas del Códice Calixtino

El Códice con una miniatura del apóstol Santiago.
Por Mirta Balea

Santiago de Compostela.- Nadie envenenó a un perro; tampoco se sintieron ruidos extraños; la llave se halló colgada en la cerradura; a quienes habitualmente fisgonean les dio por mirar para otro lado. ¡Cuánta razón hay en pensar que a veces ocurre lo inesperado!

Cuanto menos sabes, mayor es el espacio para la imaginación. El ladrón de una obra de arte, catalogada desde 1985 por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, debió haberse dado una ducha al llegar a casa, luego se puso una ropa cómoda y se sentó a contemplar a sus anchas el objeto robado: el Códex Calistinus, constituido por 225 pergaminos de 295 por 214 milímetros de tamaño, que data del siglo XII, en custodia en los archivos de la catedral de Santiago de Compostela, sin que a nadie se le haya ocurrido que era insoslayable asegurarla.

El ladrón se propuso pasar inadvertido y ya puestos a especular, puede que ni siquiera sea un admirador de la joya medieval, sino un simple contratado por cuenta de un tratante de arte o de un ricachón dispuesto a pagar lo que sea por tenerla en su colección privada. Todo indica, hasta el momento, que su figura no quedó registrada por ninguna de las cámaras existentes en cada ángulo del claustro, salvo en la sala de archivos, donde se encontraba expuesto.

El deán José María Díaz se lamenta. Al parecer fue el último en verlo en la sala cuando, días antes del robo, lo mostrara a algún catedrático. Los visitantes curiosos se conforman con observarlo de lejos, bajo el dintel de una puerta, y si algún experto, en razón de su trabajo de investigación, necesita consultarlo, la vigilancia sobre el sujeto es muy estricta o en todo caso se le facilita un facsímil.

Una pena porque creo recordar que a Robert Langdon se le permitió la entrada a los archivos vaticanos, según refiere Dan Brown en Angeles y Demonios. Claro que esta es una obra de ficción, porque todos sabemos que allí no llega nadie que no sea de plena confianza de la Iglesia de Roma.

Los periodistas D. Salgado, M. Pampín y J. Duva aseguran en una crónica publicada por el diario madrileño El País que "NO" era la respuesta más habitual para los organizadores de exposiciones con intenciones de exhibir el Codex Calistinus.

Solo en dos ocasiones (1975 y 1993) fue cedida para dos exposiciones durante dos días, luego resultó reemplazada por una copia. Cuando se hizo pública la desaparición de los pergaminos medievales, Díaz eludió dar nombres de posibles culpables "porque es pecado hacer juicios temerarios", pero, todo indica, que tiene algunas sospechas, que compartirá probablemente con la Brigada de Patrimonio Nacional encargada de las pesquisas.

Esta es una brigada creada especialmente para buscar con lupa cualquier objeto perdido de las importantes colecciones de arte que atesora España. La ministra de Cultura, Angeles González-Sinde tiene plena confianza en ellos. El Correo Galego, editado en la zona de los dolientes, ha recordado el pedigree de que disfrutan. Recuperaron una pieza de la catedral de Oviedo y el Códice de Liébana, hallado en el despacho de un psiquiatra, quien dijo haberlo adquirido en el mercado negro.

Claro que la brigada no existía aún cuando a principios del siglo XX se sustrajo en el mismo Santiago de Compostela la Cruz de Alfonso III, que sigue perdida. Pero esa es otra historia.

Desde un estricto punto de vista crematístico resultaría poco menos que imposible vender este ejemplar único sin que la Policía nacional o la Interpol le echara el guante de inmediato al comprador.

Catedral de Santiago de Compostela
Muchos hemos visto la película "El secreto de Thomas Crown", con una versión moderna a cargo del actor Pierce Brosnan que para nada desdora la más antigua, protagonizada por el carismático Steve McQueen. Este personaje es rico, pero le da por robar las obras de arte que le gustan y he aquí que es perseguido sin descanso por un "cobrador del frac" de los seguros, una mujer, para conferirle morbo a la trama. En el caso del Códice Calixtino, esto último no será posible.

Ninguna agencia de seguros perseguirá al ladrón ni la catedral compostelana cobrará nada por la pérdida, a pesar de los numerosos puntos débiles en la manera de guardarlo de la Iglesia. La Policía llegó a sobrevolar el edificio en busca de un indiscreto hueco en el tejado por el que podría haberse colado el ladrón.

El ex-presidente de la Real Academia Gallega, Xosé Ramón Barreiro, ha dicho que la obra robada no tiene precio, tampoco será posible- en su opinión de experto bibliófilo- que circule libremente por el mercado o vaya a dar a una biblioteca. Su optimismo es loable, porque piensa que al final no será más que una travesura y los pergaminos medievales regresarán a su casa.

El fiscal superior de Galicia, Carlos Varela, en una comparecencia para dar cuenta de los delitos contra el patrimonio cometidos en 2010 en la comunidad, se quejó de la falta de seguridad para custodiar la "mejor versión conservada del Liber Sancti Iacobi. Europa Press ha informado que el núcleo de investigadores lo componen doce especialistas, entre los que figuran los encargados de recopilar pruebas físicas en las escenas de crímenes de Santiago de Compostola y La Coruña.

El Códex Calistinus fue retocado en 1609, luego cayó en la displicencia más absoluta hasta que se decidió restaurarlo en 1966. Cuando en el 1122 llegó a manos de Diego Gelmírez de Compostela, la peregrinación cristiana estaba en su apogeo por el llamado Camino de Santiago, que en la actualidad se inicia en Bayona, Francia, en doce etapas, hasta  España. Hay dos maneras de hacerlo, una por el norte y otra por el sur.


Altar mayor de la catedral con la figura del apóstol
El "boom" publicitario del peregrinaje a Santiago de Compostela tuvo lugar con el descubrimiento del presunto sepulcro del apóstol Santiago de Zebedeo (en arameo: Yaako Bar-Zebdi, y en hebreo: Jacob), conocido en los evangelios como Santiago el Mayor, para diferenciarlo de Santiago de Alfeo, conocido como el Menor. Al camino se le conoce también como ruta Jacobea.

Fue Gelmírez quien ordenó copiar uno de los libros más importantes de la primera mitad del siglo XII, constituido por un conjunto de relatos y que se conocía como Liber Sancti Iacobi. A ese facsímil se le bautizó como Codex Calistinus al albergar en sus primeros dos folios la carta por la que el papa Calixto II confería rango de metropolitana a la catedral de Compostela y a su obispo lo elevaba a arzobispo, todo esto por albergar los presuntos restos del apóstol.

De todos los pergaminos del Códice Calixtino, el más popular, porque servía de guía de viajes a los peregrinos dentro del territorio francés, es el último, obra del monje Aymeric Picaud, quien describía además con todo detalle la basílica, aún en construcción.

La catedral compostela semeja una puesta en escena elegante y suntuosa, sinfónica y geométrica, con una estructura rica, sin despegarse de la brújula ética de la cristiandad. Un inesperado guión con giros argumentales. Prima la emoción al contemplar la majestuosidad de las agujas, los frontones, las vidrieras e impone la solemnidad de las naves y la luz, extendida hasta los rincones más oscuros. Una obra concebida para acercarse a Dios.

Hay que tener en cuenta la mística del hombre del medioevo, que intentaba en cada una de sus obras como ser humano medirse con lo sagrado y entrar en contacto con ello. Las catedrales propiciaban el encuentro. Aquí se cumplía la regla hermética de todo lo que es arriba es abajo y todo lo que es abajo es arriba.

M. Davy, en su libro "Le symbolisme médiéval" habla que el Hombre se ha convertido en el representante tanto del macrocosmos como del microcosmos, un portavoz del misterio de la Creación y de Dios. El uso del término catedral para denominar la iglesia-residencia del obispo aparece recogido desde el siglo VIII, pero se impuso de forma decisiva en los siglos XII y XIII, cuando tuvieron lugar las construcciones de catedrales - las más bellas y suntuosas del mundo- en todas las ciudades europeas.

El santo, mártir y apóstol Santiago aparece mencionado únicamente en el evangelio de Mateo, que cita por sus nombres a los doce apóstoles, señalados como los acompañantes de Jesús el Nazareno. El de Lucas menciona a 72 discípulos, todo un ejército tras el Dómine.

Los evangelios sinópticos, palabra que significa visto de conjunto, aceptados e inducidos por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, son los de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. El  propio Mateo se coloca a sí mismo en las filas del Cristo sin que apenas medie explicación en el escrito, que ha sido datado del año 80. Muchos le asocian con el publicano, que sigue a Jesús, y otros piensan que resulta muy improbable su protagonismo. Vale la contrapartida que es de los evangelios más conocidos y citados.

Santiago aparece también en los Hechos de los Apóstoles, que, aún cuando tiene tal nombre, solo menciona a Pedro, a Juan y a Santiago y hace caso omiso del resto. El protagonista es Pablo de Tarso, organizador y creador de la Iglesia Católica, junto a Pedro. Lucas lo alaba una y otra vez sin descanso convirtiéndolo en el eje central de la trama del libro mencionado.


Martirio de Santiago según Durero

La leyenda de Santiago apóstol,  patrón de los gallegos, mantiene la incógnita sobre su eventual nacimiento en Betsaida, pero sí da por seguro que murió en el año 44 en Jerusalén, provincia entonces de Judea, a  manos de un esbirro del rey Herodes Agripa I. En los Hechos de los Apóstoles, se habla de que fue martirizado y así  ha quedado para la posteridad como uno de los primeros mártires de la cristiandad.

Santiago de Compostela figura en el mapa de Galicia en el centro de provincia de La Coruña y es camino obligado de la ruta Jacobea, que en la Edad Media había facilitado a los reinos de España abrirse  a las corrientes culturales de la época. Un peregrino hoy, como entonces, puede conocer la frase en latín "omnia mea mecum porto", porque, ciertamente, lleva consigo todo lo que necesita.

Cada año, el  25 de julio, se celebra el día de Santiago, pero si cayera en domingo se le declarará Año Santo o Año de Jubileo, según el privilegio concedido por Calixto II en 1112, confirmado en 1179 por el papa Alejandro III.

El murmullo de indignación por la pérdida del Códice Calixtino se escucha en toda España, que espera la pronta recuperación de la obra. La gente necesita entender mínimamente lo ocurrido. La inquietud cultural se calmará cuando sea devuelto y puesto entre rejas el ladrón. Hasta entonces, el único consuelo es festejar su importancia y, en el caso de los creyentes, rezar para que aparezca y no se pierda para siempre en la Historia.

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