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viernes, 12 de agosto de 2011

CUBA: los fantasmas de la decrepitud



Por Mirta Balea

Cuba se ha ido transformando en los últimos 50 años en un micro-cosmos con su propia banda sonora, que avanza a paso de tortuga - aún en hora punta- dentro de un tráfico mundial acelerado, en el que incluso, para llegar a tiempo, hay que saltarse semáforos.

La población de la mayor isla de las Antillas siente que debe y puede cambiar las reglas del juego impuestas por la dictadura, pero la mayoría no sabe cómo y así se ha dejado endulzar con cada espejismo de que "ahora" sí   saldremos de pobres, aunque los hechos demuestren una y otra vez que la economía nacional sigue hundiéndose en el subsuelo.

Los hay que quieren creer que el sistema sembrado en 1959 puede reformarse desde dentro por la voluntad de sus propios hacedores y están los pragmáticos conscientes de las fuerzas contrapuestas crecidas dentro del régimen aspirantes a un cambio tipo ex-Unión Soviética.

El vértice del juego asusta, por eso la mayoría cierra los ojos como acto de defensa; como algo natural para seguir viviendo porque a veces es más importante lo que se oculta que lo que se muestra.

La desorganización del exilio cubano -que ni siquiera se pone de acuerdo sobre si la vía adecuada sería anexionar al país a Estados Unidos o a España para salir rápido del subsuelo o luchar por volver a ser una República - hace de momento imposible un frente común contra la tiranía de los Castro, coadyuvante en los cambios por venir, con credibilidad probada ante la oposición interna, que de momento presenta algunos amagos de unión y es la que vive cada día la represión y el descrédito a que quiere llevarla el régimen.

¿Qué pasaría si Raúl Castro tuviera en mente abrir el banderín a las elecciones e invitara a los grupos del exilio a participar en ellas? Pues que estos últimos estarían indefectiblemente abocados al fracaso, porque por mucha apertura que haya los resortes del poder están en manos del Partido Comunista y los partidos democráticos y sus líderes del exilio son desconocidos paara los votantes cubanos.

Y esta es una posibilidad tan viable como cualquier otra porque nadie sabe en ese rinconcito de la mente de los Castro si querrían hacer borrón y cuenta nueva para sobrevivir dentro de márgenes aceptables, como han logrado hacerlo en Rusia los comunistas reciclados.

Damas de blanco
Cualquier cambio se hallaría siempre bajo las condiciones de los que mandan hoy y que han tenido 52 años para enraizarse.

La hora actual no parece que pueda soportar mas capítulos de aventuras conocidas, sobre todo porque, al margen de lo que desearían los tiranos, hay una gran distancia entre lo obtenido y lo anhelado. Y esto es lo que ha convertido al sistema en el posfacio de un libro, tan largo como el propio texto.

Este debate que consume a los cubanos de dentro y
fuera de la isla sobre las ideas económicas de Raúl Castro, en resumen una ampliación de la quimera vivida en otras dos ocasiones cuando dejaron nacer el llamado mercado campesino y luego lo desaparecieron de un plumazo, es la proyección más visible del fracaso de un Lucifer, tal un cuento de John Collier con un ingenioso final de burla al diablo.

Lo que ha llegado de nuevo, lo que mantiene en vilo a la población según algunos blogeros, que trasmiten con absoluta libertad desde la isla, es un recrudecimiento de la represión, sobre todo porque la oposición interna ha comenzado a estructurarse y parece decidida más que nunca a presentar batalla, algo que escasea en los de afuera, todo el tiempo hablando, criticando a fulanito o a menganito, según sus favoritos, y esperando a las calendas griegas para crear un frente común de apoyo.

Aquí recuerdo la hazaña del obrero Lech Walesa y su sindicato Solidaridad, en el que tuvieron cabida todas las ideas, todas la ideologías, con el único fin de dar al traste con el verdadero enemigo: el comunismo polaco.

Antes la represión física la ejercían solo los miembros de la Policía, de la Seguridad del Estado y el Ejército, ahora participan también grupos de civiles manipulados por los que ahora no ven conveniente ser  noticia de primera página.

Porque las noticias circulan, mal que le pese a la dictadura. La red -ese ente sin bozal, que molesta a muchos gobiernos porque todos tienen algo que ocultar- divulga los videos y los documentos sobre lo que está pasando en la amurallada Cuba de los Castro.

La cabeza del régimen, Raúl Castro, ha pretendido mostrar un resquicio de libertad cuando el zapato apretó demasiado. Anunció a bombo y platillo que "simplificará" los trámites para que los cubanos puedan viajar al extranjero, en el momento en que algunos senadores en Washington han promovido la prohibición de las remesas de familiares a los que viven en la indigencia en Cuba.

Pero ojo, no habla de derogar el permiso de salida o tarjeta blanca, que cuesta 140 dólares, ni la carta de invitación para viajar, aparte de los pasajes que hay que sacar obligatoriamente en Cubana de Aviación; sin esa autorización un cubano, nacido y criado en la isla, no podría regresar a su patria. Algunas de mis amigas, casadas con extranjeros, fueron chantajeadas por el gobierno para que renunciaran a la ciudadanía si deseaban reunirse con sus parejas.

La bandera de todos
Así que si Raúl Castro dice que va a "simplificar" los trámites de los viajes ¿hay que tomárselo como una gran dádiva del régimen a los ciudadanos?, cuando en cualquier otro punto del planeta tendrían la libertad de entrar y salir de su país y de viajar a donde les apeteciera. El único trámite que se necesita es la visa para entrar en destino y la tarjeta blanca sobra porque incluso en Cuba, es un derecho constitucional que te permitan entrar de nuevo en tu país y ningún Gobierno puede abolir eso.

Otra de las últimas genialidades de Raúl Castro ha sido dejar el trabajo voluntario para situaciones de desastres. Hasta ahora la mayoría iba alguna que otra vez para "cubrir las formas", porque no todos son héroes. Los estudiantes, ¡pobres!, tenían que realizarlo durante la zafra azucarera. Se movilizaba a todos para esta tarea y se dejaban las clases a un lado.

El concepto de "trabajo voluntario", como el del hombre nuevo y otros acuñados por el régimen, forman parte del ideario de Ernesto "Che" Guevara, que lo desarrolló en revistas y discursos durante su paso por las instituciones cubanas. Su último destino había sido, antes de partir a hacer "la revolución mundial", el ministerio de Industria, en el que como titular dio carácter obligatorio a la asistencia de sus empleados un domingo al mes, al menos, al corte de caña o a trabajar a alguna fábrica.

Raúl y Ché nunca se llevaron. Sus debates ideológicos mostraban las formas subyacentes y diversas de "hacer la revolución" de aquella clase guerrillera. El primero, con una abierta admiración por la Unión Soviética y Lenin; el otro, por el concepto trostskista de revolución permanente. La filosofía llamada marxista-leninista quedó establecida después, cuando Fidel Castro se hizo amigo de Moscú para que le sacara las castañas del fuego, como basamento ideológico de todo aquel andamiaje de poder.

La eliminación del trabajo voluntario hay que verla en ese contexto, alejado en el tiempo y no por eso viejo, y que aporta el hecho subjetivo a la decisión, de interés personal para alguien que manda y puede hacerlo, eliminando de tal modo uno de los pilares del pensamiento guevarista en la formación del "hombre nuevo" por una rabieta anacrónica.

Cuando el senador demócrata John Kerry pidió al Congreso norteamericano 20 millones de dólares para programas federales de promoción de la democracia en Cuba, la Asamblea del Poder Popular se planteó contra atacar con un plan para endurecer la censura. La ley aprobada en 1999 como "Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba" sirvió de pretexto a redadas sin fin, la mayor de las cuales tuvo lugar en 2003, duante la primavera negra, con el encarcelamiento de 75 disidentes.

Todos fueron excarcelados el año pasado en oleadas, cuando tras una transacción entre Raúl Castro y la Iglesia católica cubana, la mayoría aceptó marchar al exilio. Pero hubo un grupo que no -siempre lo hay-que deseaba permanecer en Cuba. La rebeldía coincidió con el interés del régimen de afeitar su nuevo rostro y Raúl Castro, personalmente, tomó la decisión de claudicar. De inmediato, instruyó a la Seguridad del Estado para que no les les quitara ojo y a partir de esto se ha desatado con más crudeza la represión, principalmente en La Habana y zonas orientales de la isla.

España asumió a 762 disidentes, 115 presos y 647 familiares, algunos indirectos. Destinó 12,6 millones de euros desde julio del 2010 para su manutención, un dinero que solucionaría una situación puntual hasta que encontraran trabajo y pudieran valerse por sí mismos. De manera que no resultaba un cheque en blanco y la realidad contrastada es que la mayoría quería viajar a Estados Unidos. Lo conseguirían los que tuvieran personas dispuestas a hacerse cargo de ellos.

A mediados de julio de este año, 11 disidentes se habían marchado ya, 9  a Estados Unidos, uno a Chile y otro a la República Checa y otros más se preparaban para cruzar el Atlántico, todos con el camino abierto. Por esas fechas, casi como una paradoja de lo difícil que resulta salir de Cuba, se conocía el caso de  Adonis Guerrero Barrios, un joven desesperado al que nadie quería llevarse y que viajó desde La Habana a Madrid en las ruedas de un avión de Iberia y murió congelado.

Todos conocemos algún caso así e incluso de quienes viajaron a Miami pensando en la gloria y luego regresaron a Cuba porque "no les gustaba aquello" o no habían podido en dos años sacar a su familia.

Ala Mater, entrada principal universidad de La Habana
Desde que en 1993 se abriera la veda para las remeseas de familiares del exterior a Cuba, se ha calculado por algunos economistas que no menos de mil millones de dólares han engrosado  las arcas del régimen. Un 13%, proviene de España. De ahí el interés de Raúl Castro porque la gente se vaya al exilio, además del hecho político puntual de que la olla no reviente.

Buscar dinero, reprimir a los disidentes a sangre y fuego, hacer que deje de existir el trabajo voluntario, tan molesto como obligatorio para la población, y que el negocio privado de los frutos deseados por el régimen, parece un chiste global de mal gusto. Dado que el Estado lo sigue controlando todo y existe un parqué político de partido único, las nuevas perspectivas de "progreso" excluyen promocionar una mejor formación educativa de la juventud, que es casi analfabeta en ciencias y cultura, o abrir la caja de Pandora del conocimiento alcanzado por otras naciones.

Continúa en cambio el culto oficialista a la violencia, presente en el propio juramento de los niños (que antes solo prometían servir a la patria y a su bandera) de "¡Pioneros por el comunismo¡ ¡Seremos como el Ché!", como si de verdad los Castro hubieran sentido apego por ese "ídolo" cuya imagen recorre el mundo impulsada por la necesitada propaganda de la izquierda rancia y del propio régimen. Se sabe que la muerte del argentino fue fruto de un chivatazo de La Habana a las autoridades bolivianas a las que dio a conocer las coordenadas del campamento guerrillero.

Los niños siguen  aprendiendo la vida de los héroes, que han pasado el filtro oficial, a los que se les presenta como partidarios del comunismo, quizás incluidos los indios siboneyes y guanatabeyes. Los niños maman la historia creada desde que Raúl Castro era ministro de Defensa por sus "eruditos" de las Fuerzas Armadas. Los niños observan como algo natural la militarización de las ciudades con cientos de policías transitándolas para prevenir que alguien pueda sacar el pie del tiesto.

¿A qué viene ese debate actual sobre lo del "cuentapropismo" al que se le dedican artículos y más artículos? Puede que a muchos del medio millón de ciudadanos, que han perdido ya o perderán el trabajo en los próximos meses, les ayude a no hundirse del todo en la miseria. Pero nadie sabrá si las medidas han dado resultado porque no han habido ni hay medios ni voluntad de medir el valor de la producción de bienes y servicios.

Cuando Fidel Castró bajó de la Sierra Maestra con sus "barbudos" en 1959, Cuba tenía seis millones de habitantes. En 52 años, se ha llegado, segun el último censo, a 11,2 millones y solo se han construido 300,000 viviendas en todo el país. Las infraestructuras de hoy son las mismas de entonces. Pero se ha invertido mucho dinero en las guerras africanas y en juegos como los Panamericanos de los años 90, en medio de la reducción de la ayuda soviética al país.

La población no crece por varias razones. Las mujeres no quieren traer hijos a un país de penurias, así que en 2010 se registraron 2,290 nacimientos en la isla, y una vez más el censo se resintió porque emigraron 1,601 y hubo 4,105 defunciones. El envejecimiento tampoco se detiene, así que la cifra poblacional decaerá en jóvenes.

Si el régimen, como saben muchos gobiernos (algunos que paradójicamente siguen defendiendo a la tiranía castrista en la escena internacional), no tiene dinero para pagar sus deudas, el llamado al levantamiento del bloqueo para que se obre el milagro de los panes y los peces no parece una medida racional.

Porque el problema de Cuba no radica en el bloqueo, que ha resultado siempre en la práctica una medida política si el país no ha dejado de comerciar con otros; el problema está en las decisiones económicas incoherentes, caprichosas y desacertadas de todos estos años; el problema es el sistema de poder de un partido único y un líder absoluto; el problema es la falta de derechos humanos y libertades, como son la de información, la de pertenecer al grupo político, religioso o social que a uno le dé la gana, de moverte a donde quieras sin temor a represalias, a viajar sin miedo a perder tu patria. Esos son los problemas y no discutir si el cuentapropismo dará resultado o si fulanito debe ser postulado para el premio Nobel o si un líder de la oposición interna o externa es más creíble que otro.

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