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lunes, 26 de septiembre de 2011

ONU: deseos y realidades del Estado palestino






Por Mirta Balea

En política no existen las victorias permanentes, solo el implacable y continuo devenir de los acontecimientos; los escollos no se vencen con el único látigo de la lengua sino que se bordean y hay que recordar siempre que el número proporciona seguridad.

La 66 Asamblea General de la Organizacion de las Naciones Unidas (ONU) ha abierto sus sesiones con la petición palestina de integrar el foro como su Estado 194, un tema tan inabordable políticamente, como lo viene siendo desde hace 63 años, y que se volverá aún más explosivo si se le niega ese derecho.

Las posiciones sostenidas por los dirigentes de Israel y Palestina han estado en los últimos 18 años muy alejadas de un consenso. Ambas partes se niegan a hacer las concesiones ideológicas y políticas de gran calado necesarias para llevar a buen puerto negociaciones bilaterales repetidas hasta el hartazgo.

La jugada del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, de presentar una petición formal ante la ONU, apunta a que está dispuesto a hacer una gran concesión que no podría o no querría realizar en el marco de las negociaciones. El propio rechazo de la organización islamista Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, al discurso ante el foro de las naciones de quien es llamado también Abbu Mazen parece una confirmación de lo antedicho.

Palestina renunció a constituirse en el Estado 59 en 1947, por la pataleta del mundo árabe ante la decisión de la ONU de dividir en dos Estados: uno palestino y otro judío, el territorio de la antigua Palestina a fin de abrir las puertas a un hogar nacional judío que, por muchos tratados de paz firmados en diversas épocas con Egipto y Jordania y otros pactos con Turquía, sigue suscitando el rechazo regional.

Al año de haberse tomado la decisión de la ONU, los vecinos Líbano, Siria, Transjordania, Iraq y Egipto invadieron al joven estado en lo que ha pasado a la historia como la primera guerra arabe-israelí con 15 meses de duración. Las naciones árabes que decían apoyar la causa palestina lucraron con la batalla, lo mismo que Israel, que ganó un 26% más de territorio.

Abbas ante la 66 Asamblea General de la ONU
Egipto ocupó Gaza y la Transjordania obtuvo Cisjordania y Jerusalén Este, refundándose así como la actual Jordania. Los palestinos que quedaron en esos territorios se los ha considerado desde entonces como desplazados, en tanto que refugiados a los que tuvieron que buscar protección en  otras naciones del entorno.

A esto se refiere Abbas cuando pretende el regreso de los refugiados de 1948, un elemento rechazado por los judíos, en prevención de que quedarían ahogados por una marea demográfica mucho mayor que la original.

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada en 1964 por Yasser Arafat, declaró en su estatuto fundacional que no reclamaría Cisjordania, en manos de Jordania, ni la Franja de Gaza, gestionada por Egipto, pero esto cambió cuando las tornas giraron 360 grados en la guerra árabe-israelí de los Seis Días, en 1967. Israel se hizo con esos territorios, además de con los Alto sirios del Golán y la península egipcia del Sinaí.

Uno de los líderes de la OLP, Zuheir Mosen, dijo en 1977, tres años después de que la organización reivindicara una "Nación Palestina" y fuese reconocida en 1974 como su representante en la ONU, que "¡No existe una nación palestina! Su creación solo es un medio a favor de la guerra contra Israel y de la unidad árabe" e incluso aludía a la posibilidad de que en caso de lograr un Estado se fusionaría con Jordania, donde se halla el mayor número de refugiados.

Mohsen hizo las declaraciones cuando era jefe militar de la OLP, antes de que un comando lo matará en 1979 en la ciudad francesa de Niza, donde repostó tras una Cumbre de la Organización de la Unidad Africana (OUA), en Monrovia, Liberia. Toda la trama estuvo vinculada, como era de esperar, a los Servicios Secretos israelíes (MOSSAD), instados por un soplo egipcio, según Arafat.

Desde 1969, la organización Al Fatah, de Arafat, primero, y ahora liderada por Abbas, pilotaba a la OLP. Diez años después, el tratado de paz con Egipto y en 1994, el firmado con Jordania, supusieron la renuncia respectiva de esos gobiernos a la Franja de Gaza y Cisjordania, que pasaron a control israelí. El gobierno hebreo devolvió el Sinaí a los egipcios y logró por ambos países árabes el reconocimiento de la existencia de Israel.

Jerusalén Este, en manos hasta entonces de Jordania, pasó al gobierno de Tel Aviv, que reunificó la ciudad  y mediante legislación nacional le dio el estatuto de capital del Estado judío. Su partición es algo en lo que no transigen y la han considerado innegociable cuando ha salido el tema en estos dos últimos años de interrupciones del diálogo.

La primavera árabe este año ha supuesto un alejamiento de los países árabes aliados tradicionales de Israel en busca de un nuevo balance regional de fuerzas, sobre todo en el caso de Egipto y Túnez, que aspiran a un reposicionamiento estratégico en la comunidad, lo que, necesariamente, no tiene que significar que cuando el "zapato apriete" no estén dispuestos a negociar su fidelidad a la causa palestina, como han hecho en ocasiones anteriores.

La falta de vehemencia en la defensa de los palestinos, mostrada por los países árabes en diversas épocas en los últimos 63 años, era algo que les reprochaba el propio Arafat, que con su visión telescópica veía la causa como una parte de la unidad regional, lo que declaró explicitamente Mohsen.

Consejo de Seguridad de la ONU
La ANP  resultó diseñada en los acuerdos de Oslo, firmados en 1993 como Declaración de Principios, con una relativa autoridad en las zonas urbana y rural en la Franja de Gaza, que si se coge un mapa podría observarse como un trastorno geo-político para un permanente control israelí.

El caso de Cisjordania se ha prestado para una expansión con los asentamientos tomando como pretexto la falta de revisión de los acuerdos de Oslo, algo que tenía que haber ocurrido en 1998.

Desde entonces Israel marea la perdiz y sigue avanzando en su colonización, que es de las cosas que más irritan a la ANP y más recientemente a Estados Unidos, con la Administración de Barack Obama. Esto ha conllevado a una posición intransigente del gobierno palestino de Ramallah, si bien estaría dispuesto ahora -y así lo ha dejado entrever Abbas en la ONU- a reconocer la existencia de Israel, renunciar al terrorismo y a todo tipo de violencia en aras de crear su Estado propio.

Las organizaciones palestinas han practicado y practican el terrorismo contra Israel y sus ciudadanos para conseguir sus objetivos árabes, una violencia que es anterior a la creación del propio Estado judío si recordamos las masacres en Hebrón y Safe, bajo mandato británico a partir de 1929, y la llamada Gran Revuelta Arabe de 1936.

Israel tampoco es un corderito al que haya que cogerle lástima y ha respondido a los ataques y provocado otros cuando ha creído que la seguridad del territorio hebreo ha estado en peligro. Sus fronteras resultan hostiles y con eso ha justificado el levantamiento de un muro en Cisjordania, el avance incesante de los colonos, la destrucción de casas y los asesinatos selectivos como el más reciente contra uno de los miembros más prominentes de Hamas en Gaza, Ismail Asmar, el pasado 20 de agosto.

El gobierno de Tel Aviv mantiene una mano de hierro inflexible sobre su territorio con el Ejército. Hay controles en carreteras, hay alambradas, aparte del muro de nueve metros en Cisjordania y si quieres pasar por el puesto fronterizo de Erez, para entrar y salir de Gaza, tendrás que disponer de más de una hora para interrogatorios, trámites y explicaciones, un tiempo que puede ampliarse si tu pasaporte tiene sellos de cualquier país árabe.

Masada de Jerusalén
Hay un daño considerable en estas acciones al concepto de convivencia, al que no ha ayudado en nada el discurso en la Asamblea General del presidente iraní,  Mahmud Ahmadineyad, quien nego el Holocausto y arremetió contra Occidente con una fiereza de la que no existen muchos precedentes. Esto obligó a los representantes de Estados Unidos y la Unión Europea a hacer mutis de la escena en medio de aquella lluvia de despropósitos ajena al espíritu conciliador de facto de ese foro internacional.

La ANP gozaba ya del reconocimiento internacional como representación del pueblo palestino, con un estatuto de observador sin voto ante la ONU y percibía una considerable financiación de diversos donantes, como la Unión Europea y Estados Unidos, que resultó bloqueada cuando Hamás, considerada una entidad terrorista por estas partes, se hizo con el control de la Franja de Gaza.

Al margen de la historia de guerra, asesinatos y atentados, que tienen en común árabes e israelíes, la realidad actual solo deja a los palestinos frente a tres opciones: rendirse y seguir bajo ocupación, iniciar una nueva Intifada o apelar a la ayuda internacional, que es lo que ha hecho Abbas en contra de los que piensan Siria, Catar, Iraq, Irán, Líbano y la organización Hamás.

La Asamblea General ha pasado la "patata caliente" al Consejo de Seguridad de la ONU, facultado en exclusiva para reconocer a un miembro de pleno derecho. El plenario puede únicamente elevar el estatuto de Palestina de observador no votante a Estado observador, lo que sería un paso cualitativo y cuantitativo, que le abriría muchas puertas y le otorgaría algunos derechos.

Las sesiones del Consejo de Seguridad, a iniciarse hoy, podrían alargarse en la esperanza de que los contendientes vuelvan a sentarse en la mesa de negociaciones teniendo en cuenta que Abbas y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, en sus combativos discursos ante la Asamblea en el que defendieron con ahinco sus posiciones divergentes, han dejado traslucir que no son reacios a un nuevo intento.

Abbas ha denunciado que la ANP ha recibido muchas presiones de Estados Unidos para una retirada de la petición del nuevo estatuto, así que habría que esperar también un veto dentro del Consejo a las aspiraciones de soberanía de los palestinos.

El Consejo de Seguridad puede pedir informes extras, para dar tiempo al cuarteto para la paz en Oriente Próximo, formado por representaciones de la ONU, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia, a idear un nuevo plan para el reinició de las conversaciones a finales de octubre. Solo entonces podría enfrentarse a la solicitud para ser el Estado 194 de la ONU sin temor al veto estadounidense. La Casa Blanca e Israel son partidarios de que la solución tenga un marco negociado, como han demandado hasta ahora la mayoría de las resoluciones del organismo.

La paz entre palestinos e israelíes puede que no sea imposible, pero sí compleja y nada exenta de sinuosidades. Todo depende de la maestría de los actores y lo cierto es que Israel, desde la primavera árabe, ha mostrado una política errática en la que tan pronto adopta un lenguaje belicista como se muestra conciliadora. El camino se vislumbra largo -llevan 63 años con el tema-, pero la salida, aunque estrecha, parece más cerca hoy que antes.

Enlace: http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com/2011/09/israel-ventajas-y-peligros-de-un-estado.html

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