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domingo, 2 de octubre de 2011

Afganistán: ¿podrá vivir sin los Talibán?

Burhanudin Rabani



Por Mirta Balea

La figura surgida de los infiernos lo abrazó sin previo aviso. Por toda respuesta, le dejó su mirada hueca, lo último que vio Burhanudin Rabani antes de cerrar los ojos al mundo. Los dioses le habían mantenido vivo desde su época de muyahidin (combatiente) en los 80 del pasado siglo, pero el terrorista los tenía esta vez de su parte e hizo estallar una bomba oculta bajo el turbante, inmolándose en la misión.


El asesino podría tener lazos con el clan Haqqani, vinculado a los Talibán, que operan desde las cercanías de la ciudad paquistaní de Quetta, dirigidos por el mulá Mohamed Omar, cuya cabeza tiene un precio para Occidente: 25 millones de dólares. Este núcleo guerrillero fue fundado por Jaludin Haqqani, un ex-muyahidin contra la ocupación soviética, como lo fue el mismo Rabani. Resulta el más activo y el más temido por la población y las Fuerzas de Seguridad para la Asistencia (ISAF), bajo el mando de la Organización del Altántico Norte (OTAN).


Sirajudin, hijo de Jalaludin, los dirige en la actualidad desde bases importantes de retaguardia en las zonas tribales paquistaníes fronterizas con Afganistán. Uno de sus más importantes consejeros, Haji Mali Jan, fue detenido este domingo, en su residencia en territorio afgano, según han informado las autoridades de Kabul.


Mali Jan podría tener información sobre la trama que rodea el asesinato de Rabani, líder del Consejo Superior para la Paz (CSP) y de la aparente vinculación de uno de sus miembros, Rahmutallah Wahidyar, quien acompañó al asesino hasta la estancia en la que se encontraba su víctima. Este sujeto había sido ministro del gobierno Talib entre 1996-2001.


Rabani fue el líder nominal de la llamada Alianza del Norte, con la que Estados Unidos se coaligaría militarmente para expulsar a los Talibán en 2001. Luego otros líderes más jóvenes, como el actual presidente Hamid Karzai, tomarían las riendas del país.


El CSP está constituido por 68 personas, la mayoría antiguos señores de la guerra contra los Taliban, y se había considerado hasta ahora, a pesar del nulo avance de las negociaciones entre fuerzas internas, como la gran esperanza para una solución sin violencia del conflicto afgano.


Hace un año, cuando Rabani fue colocado al frente del CSP, el presidente Karzai, le pidió incluir a los insurgentes en el proceso, pero tras el asesinato del pasado día 28 ha admitido que tales esfuerzos han resultado inútiles y que el diálogo debería centrarse en Pakistán.


Soldados norteamericanos
en Afganistán.
Dos días después del atentado, Lutifullah Mashal, vocero de la inteligencia afgana, entregó a las autoridades paquistaníes pruebas sobre una conspiración de cuatro meses desde el Consejo (shura) de los Taliban en Quetta para matar a Rabani, que fungió como presidente de Afganistán entre 1992-1996 tras el impas por la retirada soviética. Resultó derrocado por los insurgentes, que se hicieron con el mando hasta la llegada norteamericana en 2001.


Las pruebas presentadas por Mashal a Pakistán estaban constituídas por direcciones, fotografías y mapas procedentes de la embajada paquistaní en Kabul.


Para las fuerzas de la ISAF, que intentan, por mandato de las Naciones Unidas, encauzar al país hacia un alineamiento con los valores occidentales e impedir una nueva ocupación de los Taliban del territorio y la vuelta a la sharia o la ley islámica, la muerte de Rabani ha sido un duro golpe. El viejo clérigo gozaba de prestigio nacional y se esforzaba por la integración en los buenos propósitos de las cuatro etnias principales (pastunes, tayikos, uzbecos y hazaras), según ha señalado una fuente de la embajada norteamericana en Madrid que no desea ser identificada.


Durante el gobierno Talib, que en dialecto pastún significa estudiante y  resultó reconocido únicamente por Pakistán, Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos, se aplicó a rajatable la sharia. Las mujeres tenían que usar por obligación el burka, una especie de manto que las cubre totalmente y solo les permite el contacto exterior mediante una celosía de malla a nivel de los ojos. No podían trabajar, ni recibir educación tras cumplir los 8 años, y la atención sanitaria debía venir de manos femeninas o sencillamente quedarse sin esta.


Tenían también que salir a la calle acompañadas de un hombre y en caso de desobediencia de la ley divina eran flageladas y ejecutadas públicamente.


A ese gobierno le llamaron pomposamente Emiratos Islámicos de Afganistán, la nación con un 75% de territorio montañoso, que alberga la segunda montaña más elevada del mundo, el Hindu Kush. El 90% de población vive en zonas rurales. En 1992, ostentaba el último puesto (192) entre las naciones en la que la población está muy por debajo del consumo mínimo de calorías recomendado por la Organización Mundial de la Salud.


Cuando los norteamericanos entraron hace 10 años, el presidente George Busch apostó por Karzai, quizás porque hablaba un inglés fluido, podía vestir con cierta elegancia, tenía maneras y sostenía vínculos con las principales empresas internacionales del gas. Pero se olvidó de la importancia de una sociedad civil con aspiraciones propias.


Camino al Hindu Kush.
La mayoría de la población afgana carece de alimentos, de residencia y de asistencia sanitaria y sus refugiados, unos 6 millones, se distribuyen con una precariedad inamovible entre Pakistán e Irán.


De un total de 31 millones de habitantes, 26 millones viven en exclusiva de la agricultura, en un territorio árido y con pocas posibilidades de dar buenos frutos. La minería, que por ahora la explotan los chinos, es su principal fuente de riqueza, pero el Gobierno no se ha molestado en crear instituciones para explotarla en beneficio del país.


Lo curioso del atentado al ex-presidente Rabani es que ha tenido lugar en la llamada zona verde, supuestamente el lugar más seguro de Kabul, en cuyo radio se ubican la embajada de Estados Unidos y el cuartel general de la OTAN, atacados más de una vez por los Talibán.


Desde el 2001 han muerto en Afganistán 2.744 soldados. En lo que va de año, han caido 463 y Naciones Unidas ha afirmado que entre enero-agosto la violencia aumentó en un 39% respecto a igual período del 2010.


Hasta el asesinato de Rabani, las muertes más importantes de dirigentes aliados de Karzai tuvieron lugar en julio pasado, cuando un suicida con una bomba escondida también en el turbante acabó con la vida del alcalde de Kandahar, Gulam Haidar Hamidi, lo que hundió aún más en la violencia ese bastión de los Taliban y alejó las posibilidades de que Kabul llegue a controlarlo en algún momento.

Dos de los vicealcaldes de Hamidi habían sido asesinados en 2010, así como el máximo dirigente religioso de Kandahar, Ahmed Wali Karzai, hermanastro del presidente afgano, quien controlaba a las tribus fuertemente armadas en esa zona fronteriza con Pakistán donde se vive del narcotráfico y de la insurgencia.


Estos no fueron los unicos incidentes, resultó asesinado también en su domicilio de Kabul, Jan Mohamed Khan, principal consejero y amigo personal de Karzai, así como, en el mismo ataque el diputado de la Asamblea Nacional, Mohamed Hashem, que se hallaba de visita. Estas dos muertes coincidieron con la transferencia por la ISAF de las competencias de seguridad al Gobierno afgano en la región de Bamiyan, la primera zona que dependería exclusivamente de la Policía y el Ejército nacionales, entre otras seis a las que se les ha venido entregando después.


Bamiyan se había considerado siempre una provincia tranquila ( habitada por la minoría hazara), que había alcanzado un nombre internacional cuando en 2001, a propósito de sus últimos coletazos antes de su partida forzosa, los Talibán destruyeron dos grandes estatuas gigantes de Buda de 1.500 años de antigüedad. En su huida, se enseñaron también con la etnia local, que, a diferencia del resto de las de Afganistan, sigue la rama chií del Islam.


La entrega por los aliados del control territorial a las tropas locales resulta ser la primera fase de un proceso a terminar en tres años con la retirada total de las fuerzas extranjeras de combate. Si el propósito de intervenir en el país en 2001 fue extirpar el dominio de los Talibán e impedir la consolidación de la organización terrorista Al Qaeda, con la que estas fuerzas insurgentes simpatizan y a la que han brindado "combatientes" suicidas, la tarea está aún por terminar.


El Gobierno de Karzai ha mostrado su vulnerabilidad ante la retirada del escudo armado occidental y ya ni siquiera el presidente estadounidense Barack Obama habla de victoria, sino a lo sumo de minimizar los daños. El retrógrado poder al que se quería eliminar ha resultado ser la clave para cualquier solución política del caos afgano.


Hay dos elementos importantes a observar en este panorama. Lo primero es evitar la guerra civil, porque con ella los afganos, tanto tiempo presionados por los Talibán, se enfrentarían a la disyuntiva de querer vivir o rendirse, ya que los extremistas islámicos han demostrado que no lo harán. Como tampoco, en el siglo XIX contra los británicos y en el XX, contra los soviéticos.


El segundo elemento tiene que ver con el vacío de poder, que seguirá a la retirada de las tropas, lo que daría ocasión a los paquistaníes de tomar cartas en el asunto en apoyo de los insurgentes, que han operado siempre desde ese territorio. Recordemos que a Osama Bin Laden lo encontraron y ajusticiaron en una casa de la que tenía conocimiento el Gobierno de Islamabad y se hallaba en el radio de un cuartel militar, lo que ha dado que pensar.


El ritmo de retirada propuesto por Obama, con 10.000 soldados menos antes de diciembre de este año y otros 23.000 para el verano del 2012, ha hecho sonar las alarmas en sus propios cuarteles militares por considerarlo algo precipitada, después de que en 2009 se lanzara una ofensiva de la que no se han recogido todavía los frutos, al decir de los mandos norteamericanos. Con el repliegue rápido de tropas todo apunta a que no podrán hacerlo.

Presidente Karzai
Este conflicto tiene una guerrillera a la que no ha sido fácil derrotar, a pesar de esa ofensiva, que después de algunos meses de agitación, ha entrado en una calma mortal, con la respiración entrecortada, parapetada tras los sacos de arpillera, intentando eliminar el olor para no dejar rastro alguno.


Si Karzai aguanta un año después del 2014 nadie cuestionara la retirada por precipitada o lenta que sea, es la cuenta que sacan los estrategas en  Washington, porque se protejerán con el escudo moral de que lo habían dejado en su puesto y funcionando.


La retirada no tiene pinta de ser un final adecuado dejando a un Gobierno como el de Karzai, que manipuló las elecciones en 2009 y se le tilda de corrupto, dispuesto a dialogar con quien haga falta para sostenerse. Lo ha intentado con los insurgentes, que no han hecho el menor caso, y ahora con Pakistán si nos atenemos a sus palabras tras el asesinato de Rabani aunque Islamabad haya dado asilo siempre al enemigo Talib.


Los Taliban son una fuerza integrada mayoritariamente por los pastunes, aunque tienen colaboradores uzbekos, tayikos, arabes y chechenos, fieles como ellos a la escuela suní de interpretación de los preceptos del Islam del imam Abu Hanefa. Los financian presuntamente organizaciones terroristas como Al Qaeda y el gobierno paquistaní hace la vista gorda ante sus desmanes y les permite incluso establecer madrazas para estudiar el punto de vista más extremista sobre el Coran.


Para Karzai, la pérdida de su hermanastro Ahmed Whali, que forjó las alianzas tribales en el sur para defender al presidente, y ayudó abiertamente a Estados Unidos y Reino Unido en la forja de una estrategia sobre los clanes, con información y la organización de un equipo de operaciones especiales de la CIA en territorio afgano y que al decir de nuestra fuente sin identificar, tuvo mucho que ver con la captura de Ben Laden, fue en su momento el mayor golpe al proceso de pacificación, al que se suma ahora la muerte de Rabani.


Durante el entierro de Whali, los Taliban tuvieron la osadía de atacar a los participantes en las exequias y esta acción resulta también la medida de por donde van los tiros. Las negociaciones Gobierno-Taliban han dejado de ser secretas y ahora Karzai ha pasado a un segundo plano.


Desde el primer momento los insurgentes habían deseado un papel destacado como interlocutores que solo pueden darle las fuerzas internacionales. Quien sabe si a estas alturas del proceso sigan buscando la posición estelar después de probar fuerza y conocer su propio poder en el caos afgano.

Enlaces: http://lasnoticiasdemirta.blogspot.com/2011/09/mujeres-y-la-sharia-del-islam.html :
http://plumasendiaspora.blogspot.com/2011/05/requiem-ben-laden.html?spref=fb

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