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jueves, 29 de marzo de 2012

Benedicto XVI: Cuba y el mundo necesitan cambios (I)

Benedicto XVI con el pueblo cubano
Por Mirta Balea

La visita del papa Benedicto XVI a Cuba observó los protocolos habituales, las sonrisas, los saludos, el aire convencional de la cortesía, todo sin distracciones inconvenientes porque la disidencia se hallaba amordazada y el sucesor de Juan Pablo II no quiso entrevistarse con ésta al tener una agenda muy apretada, según fuentes del vaticano, a pesar de que el expresidente polaco Lech Walesa, figura importante en los cambios de Europa del Este, le pidiera hacerlo.


Estaba también el hecho que, desde Estados Unidos, se había enviado una flotilla de siete embarcaciones del exilio cubano que zarpó desde Key West, en el extremo sur de la Florida, para mostrar el apoyo a la oposición interna. Los activistas pretendían situarse a 19 kilómetros de la costa y, durante la noche, lanzar fuegos artificales como señal de bienvenida al Papa.


La dictadura ha intentado durante 53 años formar bolsas de olvido en cuyo interior mueren los hechos, del mismo modo que ha procurado hacer desaparecer en el anonimato silencioso a todos aquellos que se le oponen. Un mes antes de la visita del Pontífice (del 26 al 28 de marzo), las autoridades cubanas "limpiaron" las calles, trasladando en microbuses a los opositores, lejos del epicentro de la visita: La Habana.


Ninguna referencia oficial a estas acciones. Hay más de 150 retenidos, según Amnistía Internacional, mediante arrestos domicialiarios o deportados de una provincia a otra. Han habido además cortes en las comunicaciones telefónicas y se han proferido amenazas a quienes pretendían asistir a las misas convocadas por el Sumo Pontífice.


El régimen tampoco quería dar la impresión, a la comitiva vaticana, de que en Cuba existen los mismos problemas que en las "sociedades capitalistas" a las que tanto critica, de manera que hubo redadas en Santiago de Cuba y La Habana de vagabundos y prostitutas, conocidas como jineteras.


Fuentes vaticanas habían expresado sus dudas sobre la idoneidad de la visita, pero este Papa, que lleva en el cargo desde 2005, ha hecho de su pontificado el de la evangelización y así se había comprometido con la curia cubana a afianzar los lazos trenzados con el poder político en los últimos años. La iglesia católica había logrado hacer algo inédito en las difíciles relaciones mantenidas durante medio siglo con la dictadura: la liberación de al menos 70 presos de conciencia.


La iglesia se debate hoy en la isla entre la colaboración y la reconciliación. Sus autoridades se pusieron de acuerdo con el Gobierno el martes de la pasada semana para poner fin pacíficamente la ocupación de la basílica menor de la Caridad, en el centro de la capital, por un grupo de 13 opositores, quienes pretendían demandar los buenos oficios del Papa en sus peticiones de liberación de los presos políticos, fin de la represión contra la disidencia y libertad de expresión y asociación, entre otras.


Las autoridades eclesiales, mediante el portavoz de la arquidiócesis de La Habana, Orlando Márquez, lanzaron también en esa ocasión un mensaje a la población sobre la etapa que viven con la dictadura. "Hay un riesgo ciertamente en este proceso, pues ante la ausencia de otras entidades, grupos o partidos independientes, algunos pueden aspirar a que la Iglesia se convierta en el catalizador de cambios radicales en Cuba".


Nada que ver con aquella iglesia polaca, que dio santuario a los disidentes en la etapa comunista, e incluso durante la II Guerra Mundial, y colaboró con el Sindicado Solidaridad, liderado por Walesa, para obligar a las autoridades a dialogar con el único grupo organizado de la oposición y abrir canales para el establecimiento de la democracia en el país.


Dar santuario, forma parte del derecho consuetudinario y por eso nadie quiere pensar en una subordinación de la jerarquía eclesiástica cubana al régimen, en especial tras las declaraciones del presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, el cardenal presbítero Jaime Ortega Alamino, al diario l'Osservatore Romano, dependiente de la curia vaticana, hablando de la diferencia que podría apreciarse en el país entre la visita de 1998 de Juan Pablo II y la de Benedicto XVI.


Esta diferencia estaría dictada por una reforma económica "de importancia", la construcción de viviendas, la compra venta de casas y autos y la creación de pequeñas empresas y el crédito para éstas. Sobre estas opiniones se pronunció el presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (un grupo ilegal pero tolerado), Elizardo Sanchez, en el diario Universal, de Venezuela. Están divorciadas de la realidad para estar en buenos términos con el régimen, espetó.


Las normas procesales de la isla son diferentes a los códigos penales al uso y la razón diferencial radica en la naturaleza de los delitos. Los disidentes son acusados tomando en consideración e incluso,  en ocasiones, tan solo la intencionalidad y el ánimo de cometerlo, en el marco establecido por las leyes totalitarias aplicadas en Cuba. Son juzgados hasta por expresar una opinión contraria a cualquier política oficial por nimia que sea como criticar que a estas alturas se considere un "gran premio" a la población la venta de ollas arroceras.


El Papa, junto al cardenal Jaime Ortega Alamino

Instalados en el monocultivo del bloqueo más simbólico que real y en los ataques al "imperialismo yanqui" cuesta imaginar a alguno de los Castro, Raul o Fidel, en una conversación inteligente con el Papa, un teólogo de tomo y lomo. O, en el mismo caso, al presidente Hugo Chávez, quien se encontraba en La Habana durante la visita. Eso sí, las fotos y los iconos no faltaron, aunque se les haya olvidado dotarlos de contenido.


El Papa se dirigió en La Habana a una sociedad bautizada en el catolicismo en el 60% de 11.2 millones de habitantes, practicante en un escuálido 6%, una cifra menguada aún más en los últimos 20 años hasta bajar a un 1 o 2%. Por eso resultaba a los observadores tan difícil de calibrar la respuesta de los feligreses, y de la población en general, a la convocatoria de la misa principal en La Habana, sobre todo cuando el régimen desplegó toda su capacidad de movilización para llenar la plaza y oscurecer la eventual presencia de la disidencia.


La visita del Papa a la isla antillana podría haber pasado bajo el palio del poder, pero el Pontífice peregrinó en su segundo día al santuario de la Virgen de la Caridad, patrona de la nación, en el Cobre,  cerca de Santiago de Cuba, para celebrar el 400 aniversario de su hallazgo en el mar por tres pescadores, llamados los Juanes.


En el marco de la venerada imagen, lanzó su primera saeta al régimen, una súplica por las necesidades "de los que sufren, de los que están privados de libertad, separados de sus seres queridos o pasando por graves momentos de dificultad".


El lunes, tan pronto pisó territorio cubano,  procedente de México, primera parte de su segundo periplo por las Américas (en 2007 estuvo en Brasil), había hablado también de las aspiraciones y los anhelos "de los presos y sus familiares", pero en El Cobre añadió lo de la separación de sus seres queridos.


El diario catalán La Vanguardia dio cuenta, en su edición de ayer, de un incidente en la misa de Santiago de Cuba, cuando un joven se levantó antes de comenzar la celebración y pronunció consignas por la libertad y contra el comunismo.

Elizardo Sanchez, al referirse también al suceso, agregó que el joven resultó detenido por "individuos de civil y otros elementos parapoliciales que le golpearon en la cabeza y en el cuello, a pesar de hallarse inmovilizado y no ofrecer resistencia" y desde entonces no se ha vuelto a saber de él.

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